20 años después, el auge del True Crime sigue exactamente la misma premisa del monstruo contra el mundo. Solo en algunos documentales o series hacen un tímido apunte a las circunstancias del asesino y entonces vislumbras familias disfuncionales, problemas psicológicos sin tratar o hechos traumáticos que no se han superado.
Que esto no quita que hicieran cosas terribles ni las justifica pero, en ocasiones, el argumento de la maldad por la maldad no siempre es válido. El tema es que tras muchos de esos asesinos hay problemas más reales de lo que nos gustaría y, claro, eso le quita la gracia al True Crime porque nos acerca demasiado a ellos. Es mejor pensar que era malvado porque sí o por fama o porque «estaba ido de la olla». No nos gusta ver las consecuencias más extremas del bullying, del maltrato en casa o de ignorar la salud mental, por poner algunos ejemplos.
20 años después, el auge del True Crime sigue exactamente la misma premisa del monstruo contra el mundo. Solo en algunos documentales o series hacen un tímido apunte a las circunstancias del asesino y entonces vislumbras familias disfuncionales, problemas psicológicos sin tratar o hechos traumáticos que no se han superado.
Que esto no quita que hicieran cosas terribles ni las justifica pero, en ocasiones, el argumento de la maldad por la maldad no siempre es válido. El tema es que tras muchos de esos asesinos hay problemas más reales de lo que nos gustaría y, claro, eso le quita la gracia al True Crime porque nos acerca demasiado a ellos. Es mejor pensar que era malvado porque sí o por fama o porque «estaba ido de la olla». No nos gusta ver las consecuencias más extremas del bullying, del maltrato en casa o de ignorar la salud mental, por poner algunos ejemplos.
Y luego está el asunto de a qué ideología de clase, de género y de raza beneficia el relato.
Es fascinante, la verdad.
Atroz y fascinante.