Pasé de abandonar todas mis ideas a terminar novelas
Y esto fue lo que NO hice
Durante mucho tiempo, cada vez que tenía una idea me pasaba lo mismo:
Primero me ilusionaba.
Después dudaba.
Y al final, la enterraba sin haberla escrito.
No era por falta de ganas, ni por pereza.
Era miedo.
Miedo a sentarme y que no saliera nada.
Miedo a que, si salía, no fuera suficiente.
Miedo a comprobar, una vez más, que ya no sabía escribir como antes. Donde “antes” era un tiempo pasado en el que las responsabilidades del ser humano adulto no me aplastaban como a una cucaracha.
La cosa es que, cuando por fin tenía tiempo, lo último que quería era enfrentarme a mi propio juicio interno. Así que postergaba. Me entretenía. Lo dejaba para otro día… Y seguro que ya te imaginas que el día en cuestión no llegaba.
Esa dinámica cambió el día que entendí que las reglas que me enseñaban y que, no puedo negarlo, a muchas de mis compañeras les servían, me hacían polvo.
Se dice con cierta facilidad. ¡Aparta las reglas! ¡Sé libre! Pero lo cierto es que abandonar el famoso camino de baldosas amarillas no es tan fácil. Yo lo hice porque era arriesgarme o no volver a escribir.
Hoy escribo historias que termino a partir de ideas que he escogido de entre la maraña de engendros que salen de mi cabecita.
Y fue, en parte, gracias a lo que dejé de hacer. Te lo cuento por si te sirve.
1. Dejé de diseñar arcos de transformación
Primer gran escollo, porque una de las bases de la enseñanza tradicional de la escritura es que debes conocer a tus personajes. Y, bueno, en teoría, tiene sentido. Pero en mi práctica no tanto. Para mí, lo emocionante de escribir es descubrir. Y si diseño antes de redactar, el misterio se desvanece y yo me aburro.
Intentar construir una historia con ese enfoque me alejaba de lo que más necesitaba: empezar a escribir. Porque mi problema era que no escribía porque no confiaba en mí misma ni en mis ideas.
Solté esa regla. Y fue un alivio. El primero.
2. Dejé de preocuparme por el final
Hubo un tiempo en el que me parecía irresponsable escribir sin tener claro a dónde iba. Como si fuera un pecado creativo andar sin mapa. Y que una de mis mejores amigas y gran escritora (Cristina Jurado) asegurara que ella no sabe escribir sin saber a dónde ve, me ayudaba poco.
(Hola, Cris. No es culpa tuya. Es que a una le cuesta ir por libre a veces. Pero te quiero mucho y me encanta tu proceso creativo.)
La cuestión es que, al menos en mi caso, la mayoría de las ideas no se revelan de golpe.
Hay finales que solo aparecen después de haber recorrido medio camino. Y otros que te creías que conocías y los muy ladinos cambian cuando menos te lo esperas.
Aprendí a aceptar eso.
Y en lugar de planearlo todo desde el inicio, me permití avanzar por curiosidad.
Como quien sigue una conversación interesante sin saber a dónde va. Un poco a ver qué pasaba.
3. Dejé de forzar mis ideas en estructuras
Los moldes me encantan. Conocer los elementos de la estructura en tres actos me da mucha paz de espíritu, pero para mí todo eso son herramientas para usar en fases posteriores.
La obsesión por encajar mi idea en un molde me dejaba agotada. Porque las ideas, cuando surgen (hablo de las mías), son más bien informes. Así que buscarles presagios, puntos de giro y a su bendita madre en patinete, pues es como, no sé, tratar de agarrar el agua con los dedos.
Y si dejé de hacer esas tres cosas tan básicas, porque me impedían confiar en mis ideas, ¿qué empecé a hacer en su lugar? ¿Cómo demonios he conseguido publicar cinco novelas cortas, no sé cuántos cuentos, un libro de ensayo, cuatro de escritura y tres novelas largas?
Esto es lo que hice
Empecé a tratar a mis ideas como a seres humanos. Un poco exagerado, lo acepto, pero funcional. Cuando aparecía una idea, en vez de someterla a un tercer grado, colocarle un traje que le venía grande o exigirle cosas que no podía darme, la trataba como a esa persona que te presentan en un entorno seguro y a la que le das el beneficio de la duda. Todavía no sabes si quieres ser su amiga, pero te interesas por ella, la observas, le preguntas cosillas, haces lo posible por conocerla.
Eso cambió mi forma de escribir.
Pasé de necesitar certezas, a encontrar conexiones.
De buscar “buenas ideas”, a descubrir las mías.
Y lo convertí en un sistema predecible y replicable
Si tú también sientes que has perdido la confianza...
Tal vez no necesitas más teoría.
Tal vez solo necesitas espacio para escuchar lo que ya está en ti.
Y si alguna vez te ha pasado esto:
Tienes ideas, pero te saboteas antes de escribir.
Sientes que no tienes tiempo, pero cuando lo tienes, te bloqueas.
Te da miedo sentarte y que no salga nada.
Entonces quizá no estás tan lejos de volver a escribir.
Solo necesitas un camino que abra posibilidades en vez de cerrarlas.
Eso es Escribe sin Planificar.
Un método práctico, intuitivo y rápido para reconectar con tus ideas, decidir si vale la pena escribirlas y empezar con la que más te guste sin miedo a quedarte en blanco.
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Alicia, Mercedes me recomendó este artículo para ponerlo en la sección central de Crónicas, no se si te parece bien. Este es un modelo:
https://columnas.substack.com/p/petalos-de-sakura-una-historia-sobre