Ayer fue el cumpleaños de mis dos gatitos basureros.
(Sí, literalmente: los encontraron en un camión de la basura hace justo un año.)
Azirafel y Lucifer (a quien no llamamos Crowley para no liar a las veterinarias no frikis del mundo, que igualmente se lían con Azirafel) nacieron hace un año y hoy viven porque un basurero las oyó maullar, no en un contenedor, sino ya dentro del camión de la basura. Este hombre se metió dentro, sacó una caja con cuatro gatitos y los llevó a la veterinaria, que se llama Alicia, como yo.
De la camada de cuatro, sobrevivieron tres y uno de ellos encontró familia enseguida. Los otros dos son estos de aquí:
Les ves dormidos, pero su vida consiste en sacarme de quicio y destruir todo lo destruible. Dicen las personas que saben que esto se pasa a los dos años, así que me queda uno antes de poder cambiar el sofá. No ahondaré en por qué esa es mi medida del tiempo ahora mismo, porque ya han ahondado ellos en todos los cojines, esquinas y hasta en las patas.
Me da igual: como si me comen cuando muera, la verdad. No hay nada mejor en este mundo que un gato. Bueno, sí: tres.
La cuestión es que ayer fuimos a poner al día sus cartillas porque llevan esterilizados desde septiembre, pero con la mudanza y unas cosas y otras no habíamos podido poner los papeles en orden. Así que ayer nos acercamos a ver a Alicia y, de paso, a comprar cuarenta kilos de arena.
La arena la compramos en Carrefour, que hace ya un año, más o menos, ha plantado pequeños stands de intercambio de libros.
Cuando me mudé dejé en uno de ellos un montón de ejemplares de los que no iba a releer y ayer… Ayer me tocó la lotería con los dos títulos de la imagen que abre este post: Malena es un nombre de Tango, mi segundo favorito de la señora Grandes y Rayuela, de Cortázar.
Ayer fue mi día del gato y del libro, todo junto.
Después pasé dos largas horas tratando de construir una mosquitera con reja de gallinero para poder ventilar sin que mis dos fieras se escapen. Spoiler: tomé mal las medidas, no conté con el marco de la ventana.
Resultado 1: la mosquitera no entra.
Resultado 2: yo, en cambio, entro derechita en el club de humanas de brújula.
Efectivamente: me puse a comprar listones, serrar y clavar sin ver ni un solo tutorial.
No te lo recomiendo.
O sea, para escribir sí, pero para destrozarte las manitas cortando metal, madera y clavando clavos, mejor no.
Para ser un ser humano que se gana la vida escribiendo libros de instrucciones para escritoras, soy la peor consumidora de instrucciones que existe.
Creo que por eso mis manuales son tan buenos. No es que no investigue y me asegure de que todo lo que escribo cuenta con el respaldo del equivalente para escritura de la ciencia. Es que enseño desde la experiencia de haber metido la pata con todas las tonterías (y las cosas importantes) con las que se puede meter la pata. Por eso puedo explicar cómo evitar los agujeros de gusano y también cómo salir de ellos.
Pero yo hoy solo quería desearte un buen Día del Libro, así que:
FELIZ DÍA DEL LIBRO.
Nos vemos por esas redes.
Alicia.
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Yo te regalo una rosa.
La vida es mejor con gatos. Y tuviste un día redondo, porque encima te fuiste a casa con dos libros.
Eres afortunada.