Alicia Pérez Gil: elijo escribir
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¿La playlist de tu novela?
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¿La playlist de tu novela?

En español we say “trampa mortal”

Hace unos días decía que es muy difícil promocionar una novela mediante la técnica de compartir fragmentos.

El motivo de que me parezca tan complicado es que una cita, un extracto, no es más que un montón de palabras despojadas de contexto. ¿Quién me dice que lo que esos fragmentos significan para mí es lo mismo que significarán para otras personas?

De todos modos, es complicado sustraerse a la serpiente bailarina que se eleva desde el cesto al ritmo de la consabida flauta: una escribe con devoción, se enamora de algunos pasajes, le parece que son magníficos y se convence de que el resto del mundo también los adorará.

¡Ilusa!

Las palabras son sobre todo contenedores. Sobre su contenido apenas hay acuerdo. En fin, tenemos la RAE, claro, que lista significados, pero la academia no es capaz de delimitar las emociones que sustantivos como espina o corazón provocan en las lectoras.

Las palabras las carga el diablo. O, por ser más precisa: para cada una, las palabras las cargan sus propios demonios.

Bien, pues, si eso es así: ¿qué no pasará con las canciones? Las canciones están compuestas de palabras y de música y si las palabras son contenedores, la música es disparador. Todavía se me ponen los pelos de punta con los violines de Elinor Rigby.

De manera que, cuando la semana pasada terminé la lista de quince canciones que componen la playlist de La sombra de Cristo (en preventa desde ayer, por cierto), se posó cierta preocupación en las pestañas.

Te explicaría por qué, pero es mejor que te lo enseñe.

Amistades peligrosas, Nina Simone, Los payasos de la tele, Mercedes Sosa, Mecano, Battiato… Y lo peor no es que los intérpretes, épocas y estilos se parezcan tanto como quince huevos a quince castañas. Lo peor es que, además, muchas de esas elecciones no están en esta especie de B.S.O. por lo que dicen, sino por lo que yo oigo.

Esto es importante.

Porque Eloí Eloí no está ahí por su mensaje sobre el derecho a la eutanasia, sino porque cuando yo la escuchaba en bucle en el 96, cuando salió, me fascinaba su representación del dolor. Y este es solo un pequeño ejemplo de las múltiples oportunidades de «descomunicación» que ofrece una playlist y por eso digo que deberíamos llamarlas trampas mortales.

Afortunadamente, la existencia de Substack y de las redes sociales me permite tomarme la libertad de explicar por qué estos temas tan aleatorios han ido a parar al mismo redil de Spotify, que es este.

1.- La sombra de la luz, de Battiato es la primera canción que añadí a la lista. Cuando la oí por primera vez me dejaron helada estos versos: No me dejes nunca más porque los gozos del más profundo afecto solo son la sombra de la luz. Y eso conectó de manera directa con la parte de mí que piensa que nada merece mucho la pena porque la vida se compone de mucho más malo que bueno. Una no es optimista ni alegre, me temo. Y este sentimiento se ve en la novela, en la que la historia de amor dura mucho menos de lo que los protagonistas habrían querido. Aunque sea casi lo más significativo de la trama.

2.- Plegaria a un labrador, de Víctor Jara, en la voz de Mercedes Sosa. Aprendí esta canción en el coro de la iglesia, del que forme parte la friolera de dos semanas. La verdad es que no necesité mucho más para enamorarme de la parte más guerrillera de un Jesús de Nazaret que a lo mejor no existió, pero que para mí queda retratado en eso de Limpia como el fuego, el cañón de mi fusil. No sé por qué tendí siempre a enamorarme de las personalidades desesperadas y combativas y en esta canción encuentro las dos cosas.

3.- Credo de Elsa Baeza. Esta canción me encantaba ya de niña porque acercaba a Dios, un ser lejano, omnipotente y desde mi punto de vista injusto, a personas que yo conocía. Decía Cristo humano, Cristo obrero y acusaba a Pilatos de imperialista, puñetero y desalmado. Recuerda: la conocí de niña y esos tres adjetivos me parecían lo más de lo más en rebeldía. Recuerda también que la novela se empezó a gestar hace como mil años y que todas estas referencias son un poco como lunares o manchas de la edad: se manifiestan a medida que envejeces y lo hacen de las formas más extrañas.

4.- Le llaman Jesús, de Raphael. ¿Has visto alguna vez el anunció de Tristón, el perro peripatético? Pues esta canción despertaba en mí la misma necesidad de cuidar locamente a alguien. Algo que la narradora de La sombra de Cristo comparte conmigo. Por cierto, pedí el perro por Reyes, pero no me lo compraron. La suerte quiso que a mi marido sí, así que 30 o 40 años después, soy dueña de un Tristón gracias al régimen de gananciales.

5.- Getsemaní, de Camilo Sesto. Esta creo que no necesita explicación, porque es básicamente el relato de Cristo en la cruz dudando del motivo por el que su padre lo ha puesto ahí.

6.- Amor, amar, también de Camilo Sesto contiene algunos de los versos más perturbadores y un sentimiento de amor oscurísimo. Lo que hace que esta canción esté en la playlist es la serie de imágenes superliterarias que contiene: abanicos negros que anuncian la llegada de alguien, los cristales del silencio que lloran silencio y un ser humano arrastrando una bufanda de recuerdos hacia el olvido. Llegué a un disco de grandes éxitos de Camilo Sesto a los trece años. Es normal que mi cabecita quedase marcada para siempre.

7.- Y te vengo a buscar, de Battiato es para mí la canción más bonita del mundo. Porque me parece honesta. Ahora que han pasado unos años no comulgo tanto con lo de necesitar la presencia de nadie para entender mejor la esencia, pero me sigue pareciendo precioso que una persona le diga a otra que la va a buscar con la excusa de tenerle que hablar porque le gusta lo que piensa y dice. ¿Quién no quiere ser valorado así?

8.- Te busqué, de Mecano. Siempre entendí esta canción como evidentemente religiosa y por eso me daba un poco de vergüenza que me gustara tanto. Pero el hecho es que me gustaba. Sobre todo la parte en la que quien sea aparece dentro del corazón de quien busca. Hay un punto creepy ahí, pero es que esa soy yo. Y en el punto medio de la novela, cuando la leas, encontrarás una referencia muy clara a esta estrofa:

Te busqué en el corazón
Allí estabas tú en un rincón
Te busqué en el corazón
Y en silencio oí tu voz

9.- El amante de fuego, también de Mecano: voy a volver a recordar que yo era muy jovencita cuando escuchaba estas canciones. Y esta lo tiene todo para enamorarme: posesiones, una trama de película de miedo de los ochenta increíble y la voz de Ana Torroja que da más miedo que nunca. Tenía que incluirla en una novela en la que Jesús no habla precisamente con Dios cuando oye voces…

10.- Ain`t got no/ I got life, de Nina Simone, que nació, como yo, un 21 de febrero. Si estabas pensando que la lista es un despropósito de música horterita y grandes éxitos nostálgicos, que lo es, espero que este tema te reconcilie un poco conmigo. La letra habla de lo que la narradora (que no sé si es o no la propia intérprete) tiene y no tiene. Empieza con lo que no: hogar, zapatos, clase, educación, madre, hermanas, Dios… Pero termina con lo que sí tiene: vida. Una vida que va a vivir y que nadie va a quitarle. Si la manera en que lo cuento no te emociona, escucha la canción y estarás mucho más cerca de la protagonista de la sombra de Cristo. Te lo prometo.

11.- Al Alba, de Luis Eduardo Aute, en la versión de Rosa León. Sé de qué habla esta canción, pero está aquí por un único verso: Quiero que no me abandones. Y he escogido la versión de Rosa León porque me parece especialmente potente que sea una mujer la que exprese un deseo de forma positiva. En general, en español habíamos dicho «no quiero que me abandones». Las mujeres solemos tener muy claro lo que no queremos, pero el cambio de la estructura hace que Rosa León exprese en voz alta y clara lo que sí quiere. Y para mí eso es un acto revolucionario.

12.- Eloí Eloí, de Amistades Peligrosas, es para mí una romantización del dolor físico. Nadie dijo que mi novela fuera absolutamente correcta. No lo es. En fin, si has leído hasta aquí, habrás visto que hay mucho turbio o directamente reprochable en la lista de canciones y, por tanto, en el pobrecito libro al que buenamente representan.

13.- Personal Jesus, de Depeche Mode. Otra canción para redimir mi horrible gusto musical. Soy muy consciente de que es horrible, pero no me importa. Cada una disfruta de lo que disfruta y hace ya años que decidí que el término placer culpable no existía porque si es culpable no es placer. Sea como sea, el título de este tema define exactamente al protagonista masculino. El jesús de La sombra de Cristo es absolutamente personal y espero que transferible.

14.- La niña de fuego, de Manolo Caracol, es para mí la historia de un señor que se enamora de una jovencita a la que quiere “salvar” pero cuando va a por la lana sale trasquilado. Dicen las malas lenguas que la susodicha niña era Lola Flores. No se me ocurre mujer que necesitase menos una salvación masculina. La protagonista de mi novela, tampoco. Aunque le cuesta mucho darse cuenta.

15.- Así barría, así, así, de Los payasos de la tele. Con estos mensajes me crie y a ellos he sobrevivido. De aquí parte el personaje principal de la novela hasta que llega al punto Nina Simone.

Espero que quieras escuchar la playlist, esa trampa mortal que sirve de puerta de entrada a La sombra de Cristo. Y espero todavía más haber provocado cierta curiosidad y que quieras echar un vistazo a la página de la preventa.

Un abrazo grande:

Alicia.

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