Alicia Pérez Gil: elijo escribir
La Escribeteca
La ley del deseo no es una peli de Almodóvar
Vista previa
0:00
-18:25

La ley del deseo no es una peli de Almodóvar

(Bueno sí, pero también una técnica narrativa)

Sin deseo, no hay historia

Has empezado a escribir una historia que te encanta. Tienes un personaje con el que te casarías cinco veces, pero algo no encaja.

Has intentado ponerle en situaciones difíciles.

Muy difíciles.

Más difíciles todavía.

Y nada.

De hecho, no tienes ni idea de lo que puede estar pasando, porque tu historia avanza, es hasta trepidante. El problema, y no te gusta reconocerlo, pero así es, es que está más hueca que una calabaza en Halloween. Y sin velita dentro. Hueca, oscura y fría.

Esto le pasa a El circo de la noche de Erin Morgenstern. La ambientación es exquisita, un espectáculo para los sentidos, pero los personajes deambulan por la historia como podrían hacerlo por un centro comercial después de las rebajas: en modo zombi desmotivado. Celia y Marco están atrapados en un juego que no comprenden, siguen las reglas impuestas, hacia el final se saltan esas reglas, pero no luchan activamente por nada. ¿Qué pasa? Que, como lectoras, eso nos deja frías. Porque si a ellos les da igual lo que les pase, ¿por qué nos debería importar a nosotras?

Este es el gran error que muchas escritoras de brújula necesitamos evitar. Construir mundos impresionantes, es maravilloso, por supuesto, pero sin olvidar que lo que realmente engancha es el deseo ardiente de los personajes. Sin eso, la historia se desinfla. Y deseo ardiente no quiere decir sexo desenfrenado. Yo en el Polo Norte desearía ardientemente una manta, por ejemplo.

Lo complicado es que, si eres escritora de brújula, definir ese deseo de antemano tiene su dificultad.

Así que hoy vamos a hablar de cómo descubrir y afinar el deseo narrativo sin necesidad de planificación previa, con ejemplos y técnicas que te permitirán construir historias llenas de fuerza y emoción.

La clave para construir un deseo narrativo poderoso

¿Qué es entonces el deseo narrativo?

Harry quiere, desde el primer capítulo, que alguien lo saque de casa de sus tíos, donde vive en una alacena bajo la escalera y bajo la tiranía de su primo Dursley. ¿Es eso lo que mueve la trama? No, porque si solo se tratara de escapar de la violencia doméstica, la historia terminaría en cuanto pone un pie fuera de Privet Drive. Pero Harry no solo quiere huir. Su deseo profundo es encontrar su lugar en el mundo, descubrir quién es realmente, y, en el fondo, sentir que pertenece a algo más grande.

Pero es que, además, lo que Harry persigue, lo que desea, no es algo estático. Cambia y se transforma para que la historia siga avanzando. Al principio, su mayor deseo es encontrar su lugar en el mundo, pero una vez que lo consigue en Hogwarts, su objetivo ya no puede ser el mismo o se acabaría la historia. De hecho, terminaría tras el incidente del troll en las mazmorras. ¿Qué mantiene la novela en movimiento? El deseo de Harry de resolver el misterio y desenmascarar a Snape. Luego, a lo largo de la saga, el deseo crece y se ennoblece debido a su propia naturaleza. Desde el inicio, Harry es el niño que sobrevivió, marcado por un acto de amor incondicional que lo define. A medida que crece, ese mismo amor se convierte en el motor de sus elecciones: ya no se trata solo de él, sino de los demás. Y eso, esa progresión natural del deseo, es lo que mantiene viva la historia y lo convierte en un protagonista inolvidable.

El deseo de un personaje no es simplemente lo que dice que quiere o lo que parece que quiere. Está formado por una maraña de emociones, contradicciones y necesidades ocultas. A veces, ni el propio personaje sabe lo que realmente desea, y esa puede ser la clave de que algunas historias actúen como verdaderos imanes. Las lectoras ya no quieren saber solo qué pasará con los personajes, sino también si esos personajes se caerán del guindo o no. Si el deseo fuera algo tan obvio como «quiero salvar el mundo» o «quiero enamorarme», todas las historias serían absolutamente predecibles. Pero no lo son. Las buenas historias no lo son. Porque el deseo real suele esconderse bajo capas y capas de apariencias.

Según teóricos como Robert McKee (Story) y Lajos Egri (El arte de la escritura dramática), el deseo narrativo se articula en tres niveles que se entrecruzan y evolucionan:

🔹 Deseo superficial: es lo que el personaje cree que quiere, lo que declararía en voz alta. Ejemplo: Harry Potter se acuesta cada noche y desea que alguien lo saque de casa de sus tíos.

🔹 Deseo profundo: es lo que realmente mueve la historia, aunque el personaje aún no sea consciente de ello. En el caso de Harry, su verdadero deseo es encontrar el lugar o la familia a la que pertenece. Necesita descubrir quién es en realidad, aunque ni de lejos se le ocurriría decirlo en esos términos.

🔹 Deseo simbólico: y vamos a dejar a Potter un momento para hablar de Un lugar tranquilo Día 1. ¿Es esta una gran película? No. Es una película entretenida con una protagonista muy bien escrita y un deseo narrativo simbólico muy chulo. En el detonante, accede a salir de la clínica donde está solo si le permiten comer pizza en la ciudad. (pssst, pssst ¡escucha! Es el detonante el que hace que aflore el deseo, quédate con esto). ¿Es el deseo de comer pizza el deseo narrativo? Pues sí, porque esa pizza simboliza el deseo de sentirse viva una última vez.

Si tu historia no contiene estos tres niveles de deseo (o al menos dos; el nivel simbólico no siempre está presente) y estos no están alineados, la historia se tambalea. Si el deseo superficial es lo único que existe, la historia será plana. Si el deseo profundo no está bien trabajado, el conflicto no se sostendrá. Y si el deseo simbólico no se expresa en la trama, la historia será menos memorable.

La clave está en hilar fino y encontrar el deseo latente que lo mueve todo sin que el personaje lo vea de inmediato.

Apunta esto en un post-it: una historia sin deseo real es solo una sucesión de eventos sin alma.

El impacto del deseo narrativo en la experiencia lectora

El deseo del personaje no funciona solo como motor narrativo, sino también como ancla emocional para la lectora. Si un personaje no tiene un deseo claro o este no está bien definido (un deseo o una motivación o un objetivo, llámalo como quieras, que es todo lo mismo y cumple la misma función), la historia pierde fuerza y, sobre todo, conexión emocional. Las lectoras quieren involucrarse en el viaje de los personajes, compartir su frustración cuando encuentran obstáculos y celebrar sus victorias cuando logran lo que realmente necesitan. Si el deseo narrativo es difuso o cambia sin que medie una evolución natural, el impacto emocional se diluye.

🔹 La conexión emocional: un deseo bien construido hace que la lectora empatice con el personaje. Porque todas hemos sentido alguna vez la necesidad de algo inalcanzable. cuando un personaje anhela algo de manera profunda, su historia se vuelve más personal para quien la lee.

🔹 La coherencia de la historia: si el deseo no está bien estructurado, la historia puede terminar convirtiéndose en un caos sin dirección. La lectora necesita entender qué mueve al personaje para invertir su atención en la historia. Un deseo mal definido puede hacer que la trama parezca arbitraria o que no tenga consecuencias reales.

🔹 La satisfacción narrativa: un deseo que evoluciona correctamente a lo largo de la historia genera una experiencia lectora más satisfactoria. Las lectoras quieren ver cómo los personajes luchan por lo que quieren, se enfrentan a desafíos y, al final, alcanzan (o no) su objetivo de una manera significativa. Si el deseo permanece estático o no está bien resuelto, el final será insatisfactorio.

Cómo evoluciona el deseo a lo largo de la historia

El deseo de un personaje no es estático, ya lo adelantaba hace un rato cuando hablaba de Harry Potter. Cambia a medida que la trama avanza, y su evolución es clave para que la historia gane en profundidad. Esa transformación se puede trabajar a poco que conozcamos la estructura en tres actos:

· Primer acto: el detonante hace aflorar el deseo → el personaje identifica un objetivo. Podemos hablar de detonantes durante horas, pero baste decir que cuando algo viene a interrumpir ligeramente la rutina de tu protagonista, este procede a, bien desear que la rutina vuelva, bien desear que la interrupción se mantenga.

· Segundo acto: el deseo cambia → por lo general, como a la mitad de la novela, cuando a la protagonista se le abren los ojos y se da cuenta de que las cosas no son como ella creían, empieza a desarrollar otros objetivos.

· Tercer acto: conocemos el verdadero deseo → la resolución de la historia muestra la versión final del deseo del personaje y este lo alcanza o no.

Por supuesto, no todas las novelas siguen este patrón y eso no quiere decir que las que pasan de él sean malas. Hay muchas formas de escribir una buena novela. Yo solo digo que trabajar el deseo de esta forma te permite añadir una capa de riqueza al personaje y más interés a la trama.

Y, por cierto, es muy difícil diseñar todo esto de antemano. Sobre todo si eres escritora de brújula. Lo ideal es tenerlo en cuenta durante la revisión, para comprobar si nuestro personaje es polifacético o más plano que un póster.

A partir de aquí el artículo es de pago, pero si eres escribetequer puedes encontrarlo en este enlace. De hecho, hace días que te escribí porque está muy relacionado con el primer reto de Destino Novela 😉

Esta publicación es para suscriptores de pago.