La primera se sienta frente al ordenador y siente un nudo en el estómago. El documento en blanco o el capítulo a medio empezar la miran con ojos aviesos y siente que jamás estará a la altura de lo que esperan de ella. Todo muy paralizante.
Su monólogo interior suena así:
"Esta primera frase tiene que ser perfecta. Si no engancho aquí, nadie seguirá leyendo."
"Uf, este diálogo es un poco torpe. Mejor lo borro y empiezo de nuevo."
"No estoy segura de esta descripción. ¿Es original? ¡No! ¡Ya he leído mil veces!"
Esta pobre escritora le da mil vueltas a cada palabra, borra frases enteras que, bueno, no eran perfectas, pero al menos existían. Y después de una hora (o de una tarde entera), ha escrito y reescrito el mismo párrafo siete veces y está agotada, frustrada y, lo que es peor, empieza a dudar de su propio talento.
Se levanta de la silla con la sensación de haber luchado una batalla y haberla perdido. Su novela, mientras tanto, sigue estancada en la misma página.
Ahora, conoce a la escritora constructora
La segunda escritora también se sienta frente al ordenador. Quizás también sienta un poco de respeto, pero su energía es diferente: busca movimientoooooooooooo
Su monólogo interior es radicalmente distinto:
"Ok, esta escena tiene que llevar a los personajes de A hasta B. Allá vamos."
"Este diálogo no me convence, pero ya lo arreglaré en la revisión. Lo marco con un [REVISAR] y sigo adelante."
"Necesito describir el amanecer. Voy a poner algo rápido ahora para no perder el ritmo y luego ya buscaré algo que no suene a cliché para rematar."
Esta escritora sabe que lo que está escribiendo no es la versión final. Y no le importa. Usa frases como "bla, bla, bla" para saltarse partes que no le salen y deja notas para su yo del futuro. A veces se agobia porque sabe que la revisión también es una fase compleja de la escritura, pero confía en que será capaz de hacerla. Y, sobre todo, sabe que si no escribe, no tendrá nada que revisar.
Al final de su sesión de escritura, tiene tres páginas nuevas. Páginas caóticas, imperfectas y llenas de notas al margen, sí, pero son tres páginas que antes no existían. Ha construido algo. Está cansada, pero satisfecha.
Su novela avanza.
El secreto: dejar de ser dos personas a la vez
¿Ves la diferencia? No es una cuestión de talento, disciplina, creatividad ni ninguno de esos conceptos abstractos que tanto se manejan. La escritora atrapada y la escritora constructora son igual de capaces. La diferencia es que la primera intenta hacer dos trabajos a la vez: el de crear y el de revisar. Y, como decía mi madre: no se puede estar en misa y repicando.
La Escritora atrapada ha invitado a su editora interna a sentarse a su lado mientras escribe el primer borrador. Y la editora es una jefa terrible en esta fase: critica, juzga y paraliza.
La escritora constructora, en cambio, ha aprendido el secreto más importante del proceso creativo: la creación y la edición son dos fases distintas y deben mantenerse separadas.
Le ha dicho a su editora interna: gracias por estar ahí, sé que vas a dejar este texto reprecioso, pero ahora no es tu turno. Vuelve en unas semanas, cuando tenga un manuscrito completo para ti. Hoy le toca jugar a la creadora.
Tu plan de Acción: cómo darle el día libre a tu editora interna
Afortunadamente, esto es algo que se puede entrenar. Si quieres empezar a ser la escritora constructora hoy mismo, aquí tienes un plan:
Antes de empezar a escribir, di en voz alta o escribe en un post-it: Hoy solo voy a crear. Mi único objetivo es avanzar en la historia. No voy a editar.
Define metas de proceso, no de calidad: tu objetivo no es escribir un capítulo perfecto, sino escribir 500 palabras o terminar la escena del reencuentro. Mide el avance, la excelencia da igual ahora mismo.
Los corchetes son tus mejores amigos: ¿No te sale una descripción? Escribe [describir la habitación con detalle] y sigue. ¿Un diálogo se atasca? Pon [aquí tienen una discusión tensa] y avanza.
Agenda una cita con tu editora: decide ahora cuándo volverás a este texto con ojos de editora (por ejemplo: "el primer lunes del mes que viene"). Así, tu cerebro se relaja porque sabe que habrá un momento para arreglar todo lo que has dejado a medias, solo que no es este.
Dejar ir el perfeccionismo en la fase de borrador no significa que te conformes con un trabajo mediocre. Significa que eres lo suficientemente profesional como para entender que hay un momento para cada cosa.
Primero, construyes la casa. Después, y solo después, la decoras.
Y ahora, te toca a ti.
Si al leer esto algo te ha hecho clic y quieres una guía paso a paso para implementar este sistema, domar a tu editora interna y, por fin, terminar ese borrador que se te resiste, te invito a conocer Borrador 2.0. Es un programa diseñado para convertirte en una escritora constructora de una vez por todas. Tienes toda la información aquí.
Un abrazo y ya sabes:
Escribe todo lo que puedas, y ni una sola palabra más.