El último correo del año y el más difícil.
Al menos para mí.
Sé que lo de dar vueltas al sol tiende a infinito y que la manera humana de medir el tiempo es aleatoria. Pero soy una persona, así que me dejo llevar por las costumbres, las tradiciones y hasta por los anuncios de El Almendro.
Por eso cada 31 de diciembre me siento un ratito, generalmente a solas, para respirar muy hondo y pensar en lo que ha pasado y en lo que vete tú a saber que estará por venir.
2024 ha sido un viaje, la verdad.
Allá por enero me las prometía muy felices porque la pasada Navidad no perdí ningún gatito (lo que sí había pasado las dos anteriores), pero en mayo se me acabó la buena suerte y Verano murió. Que se me llenen los ojos de lágrimas a estas alturas dice mucho de lo poco superados que tengo los lutos felinos, la verdad.
Por lo demás, las cosas iban… como van las cosas: a trancas y barrancas pero razonablemente bien. Cada mes subía un curso nuevo a La Escribeteca, hubo varias matrículas a primeros de año, algunas alumnas que se habían ido a ver otros mundos volvieron y eso siempre me calienta el corazón…
Hasta publiqué un libro de ficción después de tres años de silencio. Yupi.
La Sombra de Cristo ha sido la experiencia más dura que he vivido como autora hasta el momento. Por lo que el libro tiene de personal, por lo que tiene de universal, por mi propia autoexigencia, porque han sido treinta años de darle vueltas a la historia y dos de redactarla, por las expectativas, por la absoluta irrelevancia (creo que la han leído un total de veinte personas y confío en que una de ellas no sea mi madre). Porque ser escritora, amiga mía, es un asco.
No lo digo lo bastante a menudo esto, pero es verdad (y uno de los motivos por los que este correo es el más difícil de escribir).
SER ESCRITORA ES UN ASCO.
Ser escritora no va de escribir. Escribir es lo de menos. Escribir, de hecho, es lo fácil. Lo que nadie te cuenta es lo que hay alrededor, encima, debajo, dentro y fuera de la escritura: el mercado, la industria, las lectoras, las compañeras, la familia, el perfeccionismo, los deseos evidentes, los deseos ocultos (propios y ajenos), el lastre que cuelga de todas y cada una de las páginas de un libro.
De todo eso se habla poco.
Yo tampoco lo hablo demasiado, pero sí que lo rumio de manera habitual.Así que justo así, rumiendo, llegué al mes de julio, que fue mi punto de inflexión de este año, porque lancé la segunda edición de Cómo ser escritora en 5 minutos (al día).
Este programa, que iba a tener unas pocas clases en vídeo y un par de cuadernos de trabajo, se convirtió en un curso largo de 5 módulos con unas seis horas de vídeo, creo que 5 cuadernos de trabajo, tablas de Excel, ejercicios, una lista de cien microtareas y un temario muy ordenado y realista que trata lo que significa escribir siendo mujer.
Toda la sabiduría de ese curso se puede destilar en un par de frases:
Cuando una mujer se sienta a escribir, está llevando a cabo el más reivindicativo acto de activismo político antipatriarcal.
Nunca es buen momento para hacerlo porque a nadie le gustan las mujeres que reivindican su tiempo y su espacio. Por eso a las escritoras se nos odia; a veces en voz alta y a veces por lo bajini.
Creo que si no hubiera redactado ese curso (que ofrece muchas herramientas para que seamos las primeras en dejar de odiarnos por escribir), no me habría dado cuenta de lo que me faltaba.
Porque hasta ahora no lo he dicho, pero a mí estos años me estaba faltando algo y no sabía que era.
El maldito propósito.
Pero profundizar en las causas que nos impiden escribir, en los mitos que nos hacen creer que no somos lo bastante buenas, etc., me descubrió ese propósito.
DEJARME DE TONTERÍAS
Porque he dedicado mucho tiempo a tonterías, ya va siendo hora de decirlo.
Desde que abrí Patreon y después La Escribeteca, me he dejado los cuernos desarrollando recursos para “aprender a escribir”.
Ojo, que no soy tan obtusa como está a punto de parecer. Mi intuición ya me decía que lo principal para aprender a escribir es escribir, por eso La Escribeteca siempre fue un espacio de práctica semanal donde nos reunimos precisamente a eso, a escribir, porque muchas personas no disponen de más tiempo para hacerlo.
Pero, ¿recuerdas que decía al principio del correo que soy una persona y, por tanto, vulnerable al peso de las tradiciones, las costumbres y los anuncios de El Almendro?
Pues ese ha venido siendo mi pequeño problema con enseñar a escribir.
Curiosamente, hace eones que no vuelvo a casa por Navidad, que es lo que proclama El Almendro, porque preferiría dormir en una cama de clavos. En cambio, he tardado tres años (qui
zá cinco, si soy del todo honesta) en admitir ante mí misma y ahora ante ti que los cursos y la teoría, las estructuras y los artefactos, para las personas como yo, no son realmente herramientas, sino palos que nos ponemos en las ruedas.
Así que en el pasado queda esa manera de enseñar.
Y en lo que espero que venga está Ikea.
Soy experta en estanterías Expedit, aunque ahora ya no existen porque fueron sustituidas por las Kallax. Tan experta y adicta que cuando las veo en un comercio siento más ganas de comprar en él que en otro de características similares con otro tipo de almacenaje.
¿Sabes cuando ves que una persona tiene gatos y piensas que no puede ser mala persona? Pues a mí me pasa con las tiendas y las Expedit/Kallax.
He comprado tantas y me he mudado tantas veces que puedo deshacerlas y recomponerlas sin mirar. También hago combinaciones diferentes y las uso para cosas para las que no fueron concebidas. ¿Ikea hacks a mí? ¡Yo inventé los hacks de Ikea!
Esto no siempre ha sido así. El manual de instrucciones fue mi fiel compañero durante varias tandas de montaje, pero ahora puedo montar cualquier Kallax en un plisplas sin ayuda.
No tengo ni idea de diseñar estanterías. No podría crear las piezas, pero sé amueblar mi casa sin ayuda.
Y creo, con el corazón en la mano, que se puede aprender a escribir igual que se pueden montar muebles de Ikea.
Una no monta el mueble aprendiéndose de memoria la numeración de los tornillos. Una monta el mueble mirando qué tornillos necesita, comparando el dibujo con el tornillo, atornillando mal, desatornillando, volviendo a probar, etc.
Igual que una no aprende a escribir sabiendo recitar de memoria las figuras literarias o los casos en los que no se recomienda usar la prolepsis. Ostras, hubo un tiempo en el que yo creía que cualquiera que supiera usar la palabra intradiegético en una frase sería un grandísimo escritor.
Pero, ¿sabes qué?
PAPARRUCHAS, que es la época.
Una aprende a escribir escribiendo.
Y en eso llevo desde octubre.
Lancé Escribe sin planificar en octubre y llené plazas. Las he vuelto a llenar el diciembre y ya estoy vendiendo la edición de marzo.
En noviembre las personas que escribieron sin planificar se metieron en mi programa para ganar el NaNo y muchas han salido con su primer borrador debajo del brazo.
Así que lo que toca hacer es evidente: extender el método durante todo un año, que es lo que yo creo que se necesita para acabar una buena novela.
Habrás oído que se puede en seis meses o en cuatro, pero… ¿con la vida que llevamos? ¿Sin renunciar al trabajo, la familia o los amigos? Yo no lo veo.
Lo que sí veo es que se escribe mejor si se cuenta con todas o algunas de estas cosas:
Una guía sólida, por escrito, que te diga lo que debes escribir en cada momento. No para que sigas esa guía al pie de la letra, sino para que te sirva de camino de baldosas amarillas al que volver cuando acabes de explorar tus desvíos y distracciones.
Un grupo de apoyo que se pase la vida desviándose, igual que tú. Yo despreciaba mucho el poder de los grupos, pero he aprendido que son mucho más valiosos de lo que creía. Por el sentido de pertenencia, por saber que otras personas se sienten como tú, por la ayuda, por los puntos de vista múltiples…
Una persona en cuyo criterio confíes y a la que puedas hacer las consultas que necesites con la seguridad de que va a entender lo que te ocurre y no va a juzgarte si no sabes lo que es la analepsis.
Material teórico a mano para poder consultarlo en momentos puntuales.
Sí, 2024 ha sido un viaje, pero me ha llevado a mejorar mi Gimnasio de Escritura para que quien quiera escribir escribiendo, equivocándose, brujuleando y divirtiéndose pueda hacerlo con la seguridad de que el resultado será sólido y defendible.
Voy a dejarlo aquí porque me ha quedado un correo larguísimo y se me va a acabar el año.
Tú intenta ser muy feliz.
Escribe todo lo que puedas.
Y ni una sola palabra más