¿Te has preguntado alguna vez por qué nos asustan las niñas pequeñas? Piensa en las gemelas de El Resplandor, o en esas niñas vestidas de blanco que saltan a la comba en Pesadilla en Elm Street. Estas últimas son la perfecta representación de creepy little girl y la verdad es que dan bastante miedo. Por eso han ido ganando terreno como arquetipo en la literatura de terror.
Creepy little girl, el comienzo
Según este tropo, las niñas nunca son malvadas por naturaleza, lo que provoca algunas consecuencias naturales que también se convierten en tropos literarios y cinematográficos. Por ejemplo, que el acto más malvado que una persona pueda realizar sea matar a un niño.
Para proteger a la infancia surgen otros arquetipos, como el de la mamá osa o la madre coraje. Aunque este último está más relacionado con salvar a los propios hijos independientemente de la edad.
Para quienes creen de corazón que la infancia es la cuna de la inocencia no hay ningún problema en usar otro tropo derivado: que el peor de los villanos era una buena persona, una buen niña, hasta que algo malo le sucedió. Ese «algo malo» puede ser tan difuso como el simple hecho de pasar a la edad adulta.
Como Lord Voldemort, a quien conocemos en la saga de Harry Potter como niño creepy que hace cosas muy, muy malas en el orfanato donde lo encuentra Dumbledore.
En las obras literarias al uso, el tropo de la dulce niña rubia parece funcionar bajo la premisa de que «toda niña es inocente, hasta que se demuestre lo contrario».
La dulce e inocente niña rubia
En Historia de la Belleza, Umberto Eco explica cómo el ser humano lleva milenios atribuyendo a determinadas características físicas otras características sicológicas. Cada arquetipo va asociado a un aspecto físico determinado y el caso de las dulces e inocentes criaturas no es una excepción.
Las niñas dulces e inocentes suelen ser rubias porque el pelo rubio es signo de bondad y se asocia a otro tropo, el que TV Tropes denomina Cabello dorado, corazón de oro. No hace falta ahondar mucho en esta cuestión ¿verdad? Queda bastante claro.
La dulce e inocente niña rubia no cuenta mentiras porque es demasiado inocente como para imaginarlas. Para estas niñas, arquetipos de bondad, la verdad es lo único que existe. Esto puede convertirlas en malas mentirosas o, directamente, en personajes demasiado tontos como para mentir. Y en objetivos para entes malvados, como la pobre Carol Ann.
La dulce e inocente niña rubia que no era tan inocente. O sí. O algo.
Esta es la otra cara del arquetipo, la niña inocente, demasiado inocente, que confía demasiado en los demás y que no es capaz de darse cuenta de que está haciendo algo malo, lo que la llevará a cometer alguna maldad que tendrá como consecuencia un castigo que la lectora percibirá como injusto.
Esto ultimo puede darnos mucho juego como autoras. En una novela en la que queramos hacer pensar a las lectoras, no hay nada mejor que plantear una situación de ética cuestionable. ¿Qué es preferible, castigar a quien no sabía que estaba metiendo la pata o dejar sin satisfacción a la víctima?
Un personaje infantil creado a partir del arquetipo del niño inocente y ambiguo es Peter Pan. Peter es un niño inocente y sin corazón que, al estar atrapado en la infancia, no puede aprender de sus propias experiencias o siquiera recordarlas. En la obra de teatro original, cuando Wendy le explica a Peter que Campanilla va a morir de vieja, él no recuerda quién es. Por no hablar de lo mucho que disfruta matando piratas e indios. Incluso elimina a los niños perdidos que sobran cuando Nunca Jamás tiene probelmas de overbooking.
Peter es inocente si, pero esa Inocencia no es ni mucho menos blanca o carente de consecuencias.
La creepy Little girl en todo su esplendor
La mayor diferencia entre la inocente niña rubia y la creepy Little girl es que esta última no es inocente en absoluto. Su fuerza como elemento de terror es que sabe perfectamente lo que está bien, lo que está mal y actúa con pleno discernimiento. Incluso con mejor información y de forma más meditada que las adultas que la rodean.
Estas niñas, convertidas en malvadas asesinas (o en cosas peores), nos aterran porque ya hemos asumido que infancia es sinónimo de inocencia. Ver a una niña convertida en novia de la muerte es mucho más aterrador que contemplar las andanzas de una asesina en serie adulta.

¿Cómo es la creepy Little girl?
Tienen un aspecto dulce, inocente y hasta angelical, pero hay algo que no termina de encajar. Algo que resulta inquietante. Y no es para menos, puesto que ya no son niñas. No del todo, al menos.
El arquetipo de la creepy Little girl subvierte al de la dulce e nocente niña rubia y hace que salgan a la luz algunos de los miedos cervales más comunes. Y eso aunque esta niña no sea físicamente peligrosa. No importa que no vaya a hacerte daño, el hecho es que despierta ese sentimiento de amenaza que debe imperar en toda buena obra de terror. Porque son antinaturales. Las niñas deben se cuquis, no inquietantes. Deben despertar ternura, no producir escalofríos.
La representación de la creepy Little girl
Este arquetipo puede aparecer de múltiples formas. Suelen ser niñas que no muestran emociones y su función en la historia puede variar.
Las niñas de El resplandor funcionan como una especie de advertencia
Hay niñas inquietantes que en realidad no son las niñas que dicen ser, sino polluelos de cuco (sujetos intercambiados)
Pueden ser la representación del mal, sin más
Oráculos
La cancioncilla siniestra de la creepy Little girl y otros accesorios
Muchas de estas creepy Little girls vienen con sus complementos, igual que la Barbie Superestar o la famosa Stacy Maibú. No es extraño verlas portando muñecas tan inquietentes como ellas o jugando a juegos de niños.


La creepy Little girl de Pesadilla en Elm Street III (mi favorita de la saga) va montada en un triciclo la primera vez que aparece. Es un juguete tan característico que luego basta la aparición del triciclo para que sepamos que el malvado Freddy va a aparecer. Detrás de ella hay otras niñas, también inquietentes y también disfrazadas de inocentes niñas rubias que juegan a la comba.
Estas niñas cantan la famosa canción con la que, lo confieso, mis amigas y yo también jugábamos.
Uno, dos,
Freddy viene por ti
Tres, cuatro
Cierra la puerta
Cinco, seis
Coge un crucifijo
Siete, ocho
Siempre despierta
Nueve, diez
Nunca más dormirás
No dirás que la canción no es ominosa. De hecho, está tan bien construida que tiene principio, nudo, desenlace y los pasos del viaje del héroe más importantes:
Freddy viene por ti: llamada a la aventura
Cierra la puerta: rechazo de la aventura
Coge un crucifijo: el héroe se enfrenta a la primera prueba
Siempre despierta: obstáculos
Nunca más dormirás: desenlace. Vamos a asumir que el héroe se durmió y ya no volverá a hacerlo porque está muerto.
Las canciones infantiles son uno de esos elementos que en las historias de terror, ya sean literarias o audiovisuales, se emplean para crear un ambiente de tristeza profunda o para poner la carne de gallina al respetable público. Tanto es así, que resulta difícil encontrar una obra en la que estas cancioncillas se usen para indicar algo positivo.
Este tipo de tonadillas se utilizan también para indicar algún tipo de acontecimiento turbio que tuvo lugar en el pasado de algún personaje o, directamente, en el villano. En el caso de Freddy, la canción de la comba se relaciona con su pasado de asesino de niños. No podemos decir que sea sutil, pero sin duda es efectivo.
Algunos ejemplos de creepy Little girl en ficción
Heridas abiertas, de Gillian Flynn
Cuenta con una creepy little girl muy actualizada que te mantiene en ascuas durante toda la novela y que protagoniza un giro final de lo más refrescante.
Extracto del libro:
Fuera, en el porche, vi una aparición: una niña con la cara y la mirada fijas en una gigantesca casa de muñecas, de un metro veinte, diseñada como una réplica exacta de la de mi madre. Una melena larga y rubia caía en una cascada ordenada por su espalda, que es lo que yo veía.
«Cuando se volvió, me di cuenta de que era la chica con la que había hablado a la entrada del bosque, la misma que se reía con sus amigas delante de la iglesia en el funeral de Natalie. La más guapa.
—¿Amma? —le pregunté, y se echó a reír.
—Pues claro. ¿Quién si no iba a estar jugando en el porche de la casa de Adora con una casita de Adora en miniatura?
La muchacha llevaba un vestido infantil de tirantes y a cuadros, a juego con un sombrero de paja que había a su lado. Aparentaba la edad que tenía, trece años, por primera vez desde que la había visto. Bueno, no. Lo cierto es que en ese momento parecía aún más pequeña. La ropa que llevaba era más adecuada para una niña de diez años. Arrugó la frente cuando vio que la repasaba de arriba abajo.
—Llevo esto por Adora. Cuando estoy en casa, soy su muñequita.
—¿Y cuando no estás en casa?
—Soy otras cosas».
El pueblo de los malditos
Las películas de El pueblo de los malditos, tanto la de 1960 como la de 1995 incluyen niñas y niños inquietentes. No entran exactamente en la definición de creepy little girl, pero dan mucho miedo y siempre merece la pena echarles un vistazo. Ambas se basan el el libro The Midwich Cuckoos, que no he sido capaz de encontrar en español. La novela comienza con un objeto plateado que cae en una tranquila villa inglesa. A raíz del aterrizaje un puñado de mujeres se quedan embarazadas y dan a luz a unos niños alienígenas con mente colmena y malas intenciones.
Jude el oscuro, de Thomas Hardy
En esta novela el tema de la creepy little girl aparece de forma tangencial. Jude, el protagonista, tienen un hijo tan extraño que ni siquiera lo bautizan. Todos lo llaman «Pequeño Padre Tiempo», ya que parece mucho más viejo de lo que corresponde a su edad. Por supuesto, comete una serie de atrocidades tales como matar a sus hermanastros para luego suicidarse por motivos… En fin, mejor leer el libro.
Soul Music, de Terry Pratchett
En clave de comedia, Susan aterroriza a la Srta. Trasero. Nadie dijo que las creepy little girls no puedieran tener cierta gracia.
Extracto del libro:
«Susan nunca hacía el menor ruido. Todo el cuadro académico lo había notado. Era extraño, decían. Siempre la tenías delante cuando menos te lo esperabas.
—Ah, Susan —dijo la señorita Trasero, con una tensa sonrisa correteándole por la cara como una garrapata nerviosa sobre una oveja preocupada—. Ten la bondad de sentarte.
—Claro, señorita Trasero.
La señorita Trasero removió los papeles.
—Susan…
—¿Sí, señorita Trasero?
—Lamento tener que decir que al parecer se te ha vuelto a echar de menos en las clases.
—No la entiendo, señorita Trasero.
La directora de la escuela se inclinó hacia delante. Se sentía vagamente disgustada consigo misma, pero… había algo como muy antipático en aquella jovencita. Era brillante en todas las materias que le gustaban, claro está, y ahí estaba el problema: Susan era brillante de la misma manera en que lo es un diamante, todo frialdad y aristas cortantes.
—¿Lo has estado… haciendo? —preguntó la señorita Trasero—. Prometiste que ibas a poner fin a todas esas tonterías.
—¿Señorita Trasero?
—Has estado haciéndote invisible otra vez, ¿verdad?
Susan se ruborizó. La señorita Trasero, si bien de una manera bastante menos sonrosada, hizo lo mismo. Bueno, pensó, esto es ridículo. Va contra toda lógica. Es… oh, no…
Volvió la cabeza y cerró los ojos.
—¿Sí, señorita Trasero? —preguntó Susan, justo antes de que la señorita Trasero dijera: «Susan?» .
La señorita Trasero se estremeció. Aquello era otra cosa que había mencionado el profesorado. A veces Susan respondía a las preguntas justo antes de que se las formularan…»
Los chicos del maíz, de Stephen King
Si vas a leer un cuento corto sobre niños muy muy retorcidos, no dejes escapar este. La película de los ochenta ha envejecido regular, pero el relato es maravilloso y además está poblado por una mezcla de niños buenos y niños malvados, así que nunca sabes muy bien por dónde te da el aire.
La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne
En esta novela encontramos a Pearl, una niña nacida en prisión fuera del matrimonio a quienes algunos consideran hija del diablo, un hada o un elfo. No se porta bien con su madre y en ocasiones parece capaz de leer la mente.
Otra vuelta de tuerca, de Henry James
Presenta a Miles y Flora, que al principio parecen dos niños angelicales comunes, pero resultan no serlo tanto.
Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez
Preferiría no citar a este señor porque no me gusta, pero el hecho es que su obra más conocida está llena de niños inquietantes:
El propio coronel Aureliano Buendía se pasó toda su gestación llorando en el útero y cuando nació no soltó ni una lágrima, se limitaba a mirar al techo en silencio. Cuando cumplió tres años le dijo a Úrsula que un tarro de mermelada se caería al suelo a pesar de que estaba en el centro de una mesa. Y luego lo movió con la mente hasta que se cayó.
Rebeca, la hermanastra del coronel, llegó a casa de los Buendía a la edad de nueve años. Lo único que hacía era mirar a la gente fijamente y chuparse el pulgar. Por cierto, solo comía tierra.
Uno de los diecisiete Aurelianos tenía aspecto de niña y acerados ojos azules. Aterrorizaba a Úrsula y a Amaranta preguntándoles por un juguete que jamás había visto pero que sabía que ellas escondían.
Entrevista con el vampiro, de Anne Rice
Claudia, la niña vampira, parece carecer de corazón, mata descontroladamente incluso al vampiro que la convirtió y luego quema su casa. Cosas de niñas.
Extracto del libro:
Ella estaba sentada, revivida, llena de vida, sin la menor señal de palidez o debilidad, con las piernas estiradas sobre el damasco y el vestido blanco suave y pequeño como el atuendo de un ángel alrededor de sus formas pequeñas.
Claudia mató uno por uno a los miembros de una familia. Había pedido entrar en el cementerio de Lafayette, y allí andaba entre las altas lápidas de mármol a la búsqueda de esos desesperados que al no tener dónde dormir, se gastaban lo poco que tenían en una botella de vino y se metían en una bóveda. Lestat estaba impresionado, abrumado. ¡Qué imagen tenía de ella! La llamaba «la muerte infantil», «la hermosa muerte» y «una muerte dulce».
Carmilla, De Sheridan LeFanu
Sí, puede que sea estirar demasiado el concepto, pero esta jovencita es la protagonista del primer relato de vampiros realmente popular y esta es la descripción con que termina la obra:
«Todavía hoy, la imagen de Carmilla me asalta a menudo, a veces como la muchacha lánguida y bella a quien consideré mi amiga; otras, como el ser demoníaco que vi en la capilla en ruinas del castillo de Karnstein, y con frecuencia despierto en mitad de la noche, imaginando, atemorizada, que oigo sus pasos acercarse a la puerta de mi habitación».
Por supuesto, no me habría molestado en investigar sobre niñas angelicales y niñas diabólicas si no hubiera querido escribir soble ellas, ¿verdad? Se dice que las escritoras no damos puntada sin hilo, o al menos que no debemos hacerlo. Así que, sí, yo también tengo mi pequeña niña inocente. Es la que le cambia la vida a la protagonista de Simón Dice, una novela corta que puedes descargar aquí.
Nos vemos la semana que viene:)
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